miércoles, 7 de noviembre de 2007

La eternidad tiene forma de balón

Santiago siempre intentaba la jugada imposible; no siempre le salía. Santiago Casambre era un delantero suplente e irregular de su equipo de un torneo de fútbol amateur. Era fino, buenos pases, tocaba de primera, pero cuando había que poner, no podía correr mucho y se perdía en el juego. Moría porque le saliera esa jugada, La Jugada, y creía que así iba a trascender y tal vez redimirse de la mortalidad del hombre. Un domingo helado le tiraron un pase largo a los tres cuartos de cancha donde estaba mal parado. Como no pudo acomodarse, Santiago hizo lo que le salió: un taco magistral, soberbio, impecable, que dejó un haz entre dos defensores rivales y paró clavadito en el pecho de su compañero, quien a su vez la bajó y corrió unos metros para tirarle una pared. Nadie se la devolvió porque allí nadie quedaba y la pelota se perdió por la banda. Tras el amargo 1 a 1 no pudieron encontrar ni un rastro de Santiago, y nadie lo volvió a ver hasta unos años después, cuando el centrohalf de su anterior equipo también trascendió, en un partido por el ascenso a la C Metropolitana.

3 comentarios:

MM dijo...

Precioso relato.

Anónimo dijo...

Ascenso y descenso de ídolos: hacemo lo que podemo.

Faco dijo...

todos gronchos: gracias, aprecio el cumplido viniendo de ud.

pol: ellos hacen lo que pueden. La picadora de carne semihumana o semidivina somos nosotros...