Despertaba en Piriápolis. Miraba el techo desconocido. Soñaba, y me despertaba esperando escuchar el tut tut de un pájaro repiqueteando en la ventana. Pero no. Cuarenta millones de micros de larga distancia y el Circo de Cutini o de los Hermanos Sarlanga o lo que mierda fuere que anunciaban, pero nada más. Ninguna calandria. Y cuando esos ruidos se fundían al silencio, los oía a ellos. A ellos y a las sopapitas. Y yo, que los quiero muchísimo, los odiaba por suertudos. Porque, acostados a medio metro, estaban demasiado lejos. Oía las sopapitas y quería sacarme las orejas o la cabeza porque no era como ellos. Porque nunca sería como ellos. Miraba el techo, desconocido, y sentía el burako enorme, te juro, que me sacaba el aire.
Me levantaba sin hacer ruido y me iba a desayunar.
jueves, 31 de enero de 2008
Piriápolis/2 - De otros despertares
Enunciado por Faco a las 17:31
Etiquetas: Crónicas del viaje en busca de los fuegos, Salir de las melancolías, Tenía el blues y no me acuerdo dónde lo dejé
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