miércoles, 30 de enero de 2008

El fuego


Sólo soy dueño de lo que puedo soltar
, pensaba esa última noche en Valizas, mientras arrancaba las páginas muertas de mis cuadernos. Textos incompletos, cosa publicada, aquello que era y nunca debía haber sido, todo tenía que irse y dejar el espacio en blanco para lo nuevo. Los guardé en el bolsillo.
Antes de ir a cenar, pasamos por una placita. Crepitando alto en el cielo, encontré el fogón que todo el tiempo había buscado. Saqué los papeles y en una carilla en blanco decreté "Te amo, por eso te dejo ir". Tiré todo a la hoguera y me quedé ahí parado, abrigándome de llamas. El viento alimentaba las lenguas, las brasas. Algo adentro mío necesitaba calor. Aquello que de fuego había nacido, al fuego volvía a consagrar. Para curarnos y purificarnos.
Terminé de ver como el papel se consumía. Había encontrado el fuego, todos los fuegos, pero no lo que buscaba. Podía volver a casa.

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