jueves, 17 de enero de 2008

Piriápolis y la siesta

Piriápolis

Llegué a la ciudad del fuego el martes por la mañana. Lula me esperaba que la esperara en la terminal. Germán llegó poco después. Deshonré el onomástico de la ciudad: en lugar de arder, hice culto de dormir como un oso y comer como un lechón la mitad del tiempo. Ocurre que Buenos Aires me desvela, y cuando me voy a engañarla, me gusta dormir. No creo que se ofenda. Para algo están, "las otras". El resto del tiempo ibamos a la playa o a caminar. No mucho, para no interrumpir la siesta. Giras psicotrópicas y psicodélicas por los bosques, o sociofóbicas por la rambla. Alguna cerveza perdida en la playa, charlar con algunas gentes. Comenzaba a creer que no encontraría nada allí. En la ciudad de Prometeo, yo dormía con velas.

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